“Cuando tuve la sensación de que la vida, al fin, iba a permitirme acabar aquella escultura, adquirí el compromiso de que iba a acabarla, de que no me iba a distraer en tonterías y que, de alguna manera, si estaba aún vivo, era para acabar aquella dichosa piedra. Nada debía distraerme de esa obligación que había adquirido. Se podría decir que he seguido así toda mi vida. Incluso podría decir que he tenido la idea, nunca explícita, bien sûr, de que mientras estuviese haciendo esculturas estaba a salvo.”

Cuaderno de París
 

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